Si, cuando la feria termina; es hora de hacer balances de lo vivido en su
trayectoria a lo largo de dos fines de semana. Donde la ciudadanía pacense
entregada acudió con fidelidad a disfrutar de sus tradicionales ferias y fiestas de San Juan; dándose cita a niños y
mayores sin reparos, porque de -reclutas
con niñeras- bastante habíamos hablado. A causa del modernismo otrora los
jóvenes lucieron con orgullo sus uniformes
“Kakis” reglamentarios como servidores
de la Patria, gentiles acompañantes de chicas del servicio doméstico, que tampoco
lucen hoy neoclásicos uniformes de paseo,
quizás por haber perdido las partes contratantes su economía, o el declinar en
favor del orgullo y la supuesta igualdad, añejas costumbres de la ética en el
vestir.
¿Cuántas cosas se han perdido y cuántas cosas hemos ganado? En los
recintos feriales hemos ganado calidad y seguridad de las atracciones que hoy
pululan este país de quijotes y sanchos, persistiendo ese espíritu nuestro de
querer ser los mejores a toda costa, haciendo inhumanos esfuerzos por poseer
las más sofisticadas y atrevidas atracciones para ofrecerlas con orgullo al público que nos visita. Pero
hemos perdido la dignidad un poco todos. Puestos analizar. La desgana y
aparente apatía con que inhiben la responsabilidad las municipalidades actuantes, cuyo celo
parece brillar por su ausencia. La feria de Badajoz no consigue una loable personalidad
por cuanto a su estructura, nada modélica, inmersa en un anodino trazado
obviando las armonías simétricas posibles; mutiladas por alguna razón incoherente
e inadmisible, que nos hace sospechar el poco celo profesional de los “aparejadores
y maestros de la Villa”, que junto a los delegados para tal fin dejan a los sufridos
y honrados profesionales de la feria a los
pies de los caballos troyanos.
¿Cómo es posible? El incoherente y deslucido -amontonamiento
clasificatorio- en los diversos géneros de atracciones, en este Real, desorientando
así al público que nos visita, no yendo embebido en el hilo de la fantasía del
mayor espectáculo que viaja por el mundo. Y de colofón ese brutal bombardeo
acústico de miles de watios, cuyos decibelios, sean capaces de cambiar nuestras
propias lenguas, atentando contra la salud pública con el nefasto deterioro de nuestros propios y leales
intereses. -Mortificación- a la sufrida audiencia que asiste con beneplácito a tan
efímera cita, sustento de nuestra industria ambulante.
La feria de Badajoz inmersa en la inexorable masificación es
agredida dentro de un paisaje quimérico y utópico, que ya debieran los
ayuntamientos ser más participativos en esta clase de epígrafes para el bien de
la ciudadanía y de todos los profesionales en general.
Fernando naranjo duran
-jubilado de este noble y sufrido oficio; y ‘decano’ de una centenaria
familia de la Feria-
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